Cada mañana cuando escucho las cacareo de las gallinas y abro mis ojos al amanecer del sureste de México que brilla entre mi ventana, una península preciosa, estoy llenándome con pura felicidad porque estoy viviendo en un sueño que nunca creí que sería realidad. Cuando era niña quería nada más que salir; salir de mi casa, salir de mi tierra y de mi mundo en busca de un mundo diferente, descubrir algo nuevo y mágico. Quería conocer más lugares, más personas; quería saber que hay esperanza en el mundo, que hay amor y más cosas hermosas que solo habían en mi pequeño mundo de Rhode Island...
He regresado de mi trabajo en la clínica con el contraste de la tierra del color rojo oscuro pintando en mis pies y piernas blancas me hacía pensar en todos los contrastes de mi vida en México. Los contrastes de mi piel blanca mezclado con tu piel café, mis palabras dispersa mezclado con tus palabras rítmica, mis ideas radicales y tus ideas tradicionales. Pero ambos con ojos claros y mentes abiertas, manos fuertes y corazones grandes. Aunque hay mucho contraste entre nosotros, ninguna cosa es concreta porque estoy aprendiendo de ti y tú de mí. Te enseñaba un poco, que a veces necesitamos preguntar ideologías y me enseñabas a aceptar, que a veces así es. Puedo darte pensamientos para ti a pensar, puedo sembrar semillas en mi camino para cambiar el paisaje, y espero que vayan creciendo, pero no necesitas mis semillas porque tu paisaje, tu mundo es hermoso y profundo así. Pero yo estoy siempre buscando por más semillas para sembrar en mi bosque, me gusta trasplantar cosas de otros y tener un bosque con más diversidad. El pueblo de la tierra verde fue el perfecto lugar a buscar este.